A Itália, assim como outros países
europeus, reconhece o dia 27 de janeiro, data da derrubada dos portões
do campo de extermínio de Auschwitz, como o Dia da Memória, com o
propósito de lembrar o Shoá – Holocausto, as leis raciais, a
discriminação e a perseguição aos judeus, prisões e mortes nos campos de
extermínios nazistas ou fascistas. Afinal, embora não seja do
conhecimento de muitos, a Itália também teve o seu campo de extermínio,
a Risiera di San Sabba, na periferia de Trieste, onde foram executadas
cerca de cinco mil pessoas, entre partisans, judeus, detentos políticos
e demais inimigos do regime.
Assim, para o próximo domingo, por
iniciativa do Ministério do Exterior, os institutos italianos de cultura
espalhados pelo mundo estarão organizando iniciativas para rememorar a
data. O Intituto Italiano de Cultura de Buenos Aires, por exemplo,
realizará um encontro que consistirá na projeção de um documentário
sobre o gueto de Veneza, que contará com a presença do realizador. Além
disso, haverá a apresentação de um livro centrado nas histórias dos
sobreviventes do holocausto que se refugiaram na Argentina. Para
adequação ao calendário, a jornada do dia 27 será efetivada em 12 de
fevereiro.
O documentário, realizado por Carlo
Hintermann, mostra uma Veneza diferente, com facetas desconhecidas para
os olhos dos milhões de turistas que visitam anualmente a cidade. O
filme obteve boa repercussão ao ser exibido em festivais de Turim,
Jerusalém e Varsóvia.
Já o livro Memoria, voces de sabiduría
y esperanza, da ed. Paulinas, é de autoria de Andréa Poretti, que também
participará do encontro debatendo as situações relatadas.
Em 26 de junho de 2005, o jornal
argentino La Nacion publicou um texto de Alejandra Rey sobre o gueto de
Veneza:
"Es otro tiempo. Hasta el agua se
detuvo aquí. Hay una Venecia enorme, bulliciosa, melancólica, brumosa. Y
hay otra; ésta, sutil, encierra pecados inconfesables de la Italia
cruel, del reinado de una sociedad que embelleció la cansada laguna
hasta volverla única, sucia y decadente.
El Ghetto es uno de esos pecados de
Venecia y todo parece igual que entonces. Allí, a poco andar de la
estación desde donde se parte hacia la ciudad que eternamente se hunde,
se levanta el barrio donde los judíos conocieron el confinamiento por
primera vez en Occidente.
Es, entonces, el Ghetto por
antonomasia: primero en la historia occidental, tiene la particularidad
de ser una especie de barrio de edificios altos de hasta ocho pisos,
extrañísimos para una época de palacios enormes, pero no de propiedad
horizontal.
Según un extracto de la Guía
Genealógica Judía de B. Ginger, hubo judíos en Italia desde el Imperio
Romano. "En la Edad Media -dice-, documentos del siglo X dan cuenta de
reservas de los venecianos contra los judíos.
"En 1503, don Jitzhaq Abrabanel,
hombre político y personalidad de alto valor en el ambiente cultural, se
instaló en Venecia después de la expulsión de España en 1492." Abrabanel
fue, evidentemente, un señor importante que comerció con todo aquel
mundo y a quien le temían.
La fundición
Una versión relatada en Italia dice
que el Ghetto de Venecia fue construido en 1516 no para encerrar, sino
para proteger al pueblo judío de la persecución de la Iglesia Católica,
que ya los había expulsado de España, lo que es posible, pero dudoso.
Otra, y ésta referida al origen de la
palabra, dice que el término, que luego evocaría la barbarie contra el
pueblo hebreo, indicaba originalmente en dialecto veneciano la presencia
de una fundición de metales, específicamente de cañones (la g de geto
resultaba sorda en boca de los primeros judíos que venían de Alemania).
En idioma italiano, getto, sin la h,
significa verter metales líquidos sobre moldes para hacer figuras, de lo
que se deduce que los primeros judíos confinados en Venecia trabajaban
los metales.
¿Más historia? Hay en Venecia dos
Ghettos: el Nuevo y el Viejo. Sin embargo, no debe tomarse esto en el
sentido cronológico porque, en rigor, fue aplicado a la fundición vieja
y a la nueva.
De hecho, los judíos fueron confinados
primero en el Ghetto Nuevo, ahora una isla prácticamente impenetrable,
con casas bajas y cuyo acceso de noche estaba cerrado.
Sólo en 1866 el acceso al Ghetto fue
liberado por ley y a los judíos les fue reconocido el mismo derecho que
a los otros venecianos.
De todos modos, por la imposibilidad
de vivir en un gran espacio por los confines impuestos por la autoridad,
los habitantes del barrio comenzaron a construir hacia arriba hasta
alcanzar los ocho pisos, en algunos casos, lo que seguramente dio origen
a lo que se conoce como propiedad horizontal.
Un dato curioso, sin embargo, es que
los edificios, como las cinco sinagogas y la escuela, no fueron
construidos por los propios judíos del Ghetto, a los que les estaba
prohibido ser albañiles. Eran sobre todo médicos y banqueros que
prestaban dinero de la usura.
Almuerzo kosher
Ya en el Ghetto se puede visitar el
Museo Hebreo, donde se encuentran testimonios de la cultura y su arte.
No deje de pasar por la zona de los mercados y trate de almorzar en
alguno de los restaurantes kosher: hay bocados inolvidables.
Otro paseo casi obligado es la
sinagoga. Para individualizarla, dado que es parte de un edificio
habitado, basta con levantar los ojos: las cinco ventanas y la linterna
que pende discretamente del techo indican el lugar de las plegarias.
Todas las sinagogas de Venecia se
caracterizan por la planta bifocal, donde está el púlpito y el armario
que contiene los rollos de la Ley.
Desde la sinagoga se puede emprender
un paseo por el Ghetto Nuevo: la caminata le revelará al lector los
aspectos trágicos de la historia de los judíos de esta ciudad, pero
también una serena cotidianidad.
Una vez que se abandona la quietud de
esa zona, se entrará en la Venecia que cada uno sueña: la melancólica,
la de los miles de palomas en San Marco, la dedálica distribución de sus
calles y puentes. Esa Venecia a la que nadie le hace justicia."